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lunes, 3 de marzo de 2014

Seguridad Jurídica Regional. Parte I.




Bien lo ha dicho Oppenheimer, hoy en día las discusiones no deberían girar en torno a izquierdas o derechas. Sencillamente existen países que atraen capitales y otros que los ahuyentan. Indistintamente de la bandera que lleve el partido del gobernante de turno.

Definitivamente se puede generar un cierto estrés en algunos sectores cuando existe un cambio drástico en los altos mandos de un gobierno. Por ejemplo las reservas lógicas de la opinión pública, financiera o política a la luz de golpes de timón a lo Bachelet - Piñera o más recientemente Sarkozy - Hollande.

Desafortunadamente, algunas manifestaciones históricas y recientes de Centroamérica se acercan cada vez al tenebroso umbral de países que decidieron divorciarse de la inversión extranjera.

Me comentaba un banquero nicaragüense que en el marco del ALBA, Nicaragua recibió y tiene invertidos localmente algo más de US$ 900 millones. Una cifra nada despreciable en uno de los países con mayores precariedades económicas del Continente.

Sin embargo, la seguridad de estas inversiones es tan frágil como el estado de salud del presidente Chávez, pues entrará en incertidumbre en el momento que el cáncer o la democracia se lleven al gobernante.

Por esto, nuestra región debería procurar nutrirse -siempre y cuando se instale en nuestros países y la región un clima favorable para el inversionista y la generación de negocios - de empresas serias, que estimulen a la población joven, que tengan vocación de crecimiento no solo horizontal, sino vertical y sumen tanto PIB como valor agregado, know how, que inviertan en capital humano y que exijan nuevos retos a país.

No es correcto el camino que siguen algunas naciones, persiguiendo dádivas dudosas de gobiernos cuestionados que son al mismo tiempo volátiles. Naturalmente, como alguna vez le escuché decir a Kevin Casas, la democracia cuesta dinero. Y a la democracia debemos sumarle no solo la posibilidad de elegir libremente gobernantes, si no de crear una masa de electores pensantes, instituciones transparentes, empresas de mucho valor agregado y organizaciones serias que le sumen al país.

Y como mencioné anteriormente, todo esto cuesta plata y no siempre los gobiernos están dispuestos a planificaciones con retorno a mediano o largo plazo, pues electoral y partidariamente no son rentables y pueden resultar riesgosas - dada la mezquina conciencia de los actores de nuestras débiles democracias -.

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